En el corazón de América se encuentra Panamá, un país conocido como un crisol de razas, donde destacan sus culturas indígenas. Las comarcas autónomas a lo largo del territorio albergan a siete grupos étnicos distintos: ngäbe-buglé, emberá, wounaan, guna, bri bri, naso-teribe y bokotá, cada uno con características particulares que enriquecen nuestro acervo cultural.
Las tierras altas de Bocas del Toro son testigos de la identidad vibrante de los ngäbe-buglé, la comunidad indígena más grande de Panamá. La cosmovisión de los ngäbe, intrínsecamente ligada a la naturaleza, se refleja en sus vestimentas coloridas y en las danzas que celebran la fertilidad de la tierra. Este pueblo ha desarrollado prácticas agrícolas sostenibles, considerando la selva no solo como un recurso, sino como un hogar compartido.
Las riberas de los ríos Chagres y Bayano resguardan la cultura de los emberá y wounaan. Su profunda conexión con el agua se manifiesta en las artesanías, como cestas y máscaras talladas, que muestran su destreza y creatividad, inspiradas en la riqueza de los ríos. Para ellos, el arte es una expresión viva de su espíritu y de la conexión con los elementos naturales que los rodean.
A lo largo del archipiélago de Guna Yala, los guna han logrado fusionar tradición y adaptación al turismo. Sus molas, elaboradas piezas de arte textil, no solo son expresiones visuales de su identidad, sino también símbolos reconocidos internacionalmente. A pesar de los desafíos modernos, este grupo ha preservado su autonomía y sus costumbres.
En la región de Bocas del Toro, los naso-teribe han mantenido una conexión especial con las selvas tropicales que los rodean. Su lengua, el teribe, es testimonio de su resistencia y de una identidad que, a pesar de los desafíos, persiste. A través de prácticas agrícolas y la pesca, han aprendido a coexistir en armonía con su entorno, transmitiendo su modo de vida de generación en generación.
Los bri bri, por su parte, han sido guardianes de la biodiversidad regional en las tierras fronterizas con Costa Rica. Su profundo conocimiento de las plantas medicinales y sus rituales de agradecimiento a la madre Tierra son legados que han trascendido el tiempo. En las montañas de la provincia de Darién, los bokotá han preservado su identidad, aislados del mundo moderno, conservando prácticas agrícolas y rituales ancestrales.
Gracias a este crisol de etnias, Panamá es un testimonio de la diversidad que florece cuando se respetan y preservan las raíces ancestrales. En un mundo que avanza rápidamente, estas comunidades indígenas siguen siendo baluartes de fortaleza, tejiendo la cultura que conecta el pasado con el presente y que, con esperanza, se extenderá hacia el futuro.
En sus prácticas cotidianas, rituales y manifestaciones artísticas, las culturas indígenas de Panamá continúan siendo guardianas de una herencia dorada, contribuyendo a la riqueza y la identidad de la nación.
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